El peluquero tiene que ganar dinero. Tanto grandes como chicos tuvieron que afrontar, con sus diferentes tipos de problemas, una cuarentena larguísima. ¿Cómo será 2023? Va a depender de la capacidad de adaptación del profesional a un mundo nuevo que reveló a la estética personal como una actividad esencial más allá de decretos o protocolos. Pero
también como una actividad empresarial que, como tal, tiene reglas que se deben conocer y respetar.

Sostener el negocio

Claro que lo solidario no quita al negocio. Y el deterioro de las ganancias en los salones en 2020 obligan a que 2021, si o si y pese a la incertidumbre, sea el año de la reconstrucción. Reconstrucción de la confianza, de la profesión, pero, en
especial, del negocio.
El salón es hoy un lugar diferente y el profesional también debe ser diferente. Tanto por el instrumental de protocolo como por quienes hacen allí lo mejor que saben hacer y que más le gusta: la peluquería. Es diferente porque el confinamiento y el cierre obligatorio demostró el valor que tiene la peluquería para el público. Aunque, como sostiene una canción de Joan Manuel Serrat, nunca hay que confundir valor y precio.


Ganar dinero

Pero así como reconstruir es una de las acciones, la otra es sostener. Hoy más que nunca el peluquero profesional tiene que
saber cómo ganar dinero con su profesión. Y que esto no suene mal, sino lógico. La rentabilidad de los servicios, la reventa de productos, la ampliación en la oferta de propuestas comerciales como la creación de otras maneras de comercializar son algunos de los caminos en 2021, según los que siguen de cerca el movimiento de los mercados.

Especialización, divino tesoro


La peluquería es dinamica. Tanto en su arte como en el negocio. Es movimiento puro. Por eso es que si la capacidad del
profesional se va poniendo amarillenta como los posters de su salón tradicional, tanto por falta de información como de
formación especializada, corre el riesgo de quedarse quieto. Y en estos tiempos quedarse quieto es tentar a la muerte o a
pasar desapercibido que es lo mismo o, incluso, peor.
Aquí es donde llega uno de los conceptos más mencionados últimamente: la especialización. Hoy el peluquero especializado
es una luz de otro color en el medio de muchas luces blancas.

Pero ¿qué es la especialización?

Es reconstruir al salón poniendo como objetivo al cliente o clienta que queremos. Puede haber tantas especializaciones
como peluquerías. Salones que focalizan su atención en las nuevas demandas de estética de caballeros; salones que
incorporan instrumental de diagnóstico capilar; salones con espacios dedicados a la peluquería de chicos y, hasta incluso,
salones adaptados a clientes y clientas con necesidades especiales. En ninguno de estos ejemplos, el salón deja de ser
una peluquería, más bien todo lo contrario.

Un par de obviedades
La primera: Saber por qué se cobra lo que se
cobra. Para cualquier persona una buena compra
es recibir algo valioso por poco dinero. Conocer
el valor que tiene el profesional para el cliente
es esencial, entonces, para fijar un precio a sus
servicios.
La segunda: Establecer la misión y visión del
salón. ¿Qué es esto? Es decirle al cliente para qué
se hace peluquería y para qué se tiene el salón
(misión) y como aspira a ser ese salón en el futuro
(visión).
Pero es central detenerse y revisar, no la misión
del profesional sino, su visión porque el futuro se
metió de prepo en el presente y provocó que se
redefina todo. Un concepto que en 2023 va a ser
capital para recuperar el terreno perdido en el año
de la peste y lograr una reconversión para dejar ese
estado de supervivencia y comenzar a crecer.